domingo, 6 de abril de 2014

Sesiones I y II: Literatura y exilio

Sesiones I y II: Literatura y exilio


La habitación propia
PROPONE
para su primera sesión
-El exilio y la literatura-

“Literatura y exilio son, creo, las dos caras de la misma moneda, nuestro destino puesto en manos del azar.”
Roberto Bolaño

Los escritores y poetas latinoamericanos nacidos en los años 50 son un ejemplo de generación marcada por el exilio. Aquellos que contaban veintitantos cuando se levantaron los regímenes militares en Chile, Uruguay y Argentina, y en algún momento osaron levantar la voz o la sospecha por su tendencia erudita o intelectual, se vieron obligados a cambiar la patria por un lugar más seguro. Los que lo hicieron a tiempo y siguieron la senda de las letras para llegar a obtener cierto renombre no pueden desvincularse de aquel viaje iniciático. Pertenecen a la generación del exilio, y como tal, son siempre susceptibles de ser analizados desde el enfoque del destierro. También a  ellos se les pide la reflexión sobre este fenómeno que, en un primer momento, no fue más que una acción sencilla y necesaria: la de hacer la maleta y traspasar el umbral.

El propio Roberto Bolaño, célebre poeta y novelista chileno nacido en 1953, que abandonó Chile durante la dictadura de Pinochet y que pasó gran parte de su vida en Barcelona, lo minimiza. En su discurso pronunciado en Viena en el año 2000 sobre literatura y exilio, le resta importancia al factor patria. En un escritor, asegura, la patria no se encuentra sino en sus lecturas y colecciones de libros. No obstante, reconoce haber perdido su biblioteca personal en dos ocasiones por el ímpetu y urgencia de la mudanza. Al final, con paciencia, los libros pueden reponerse. Todo lo demás, se cambia y no se repone.  Es decir, se cambia por otra cosa. El exiliado abandona una vida que parece imposible por otra que no sabe si será posible.

Fuera del terreno personal, desde una perspectiva estrictamente literaria, la morriña no importa. Manuel Vicent lo tiene muy claro: la nostalgia es una herramienta barata porque “parte de un principio falso que es que ahora estás mal y antes estabas bien. Ahora eres viejo y antes eras joven. Ahora eres pobre y antes, rico. Antes todo era fantástico y ahora, un desastre. […] Lo esencial en los grandes clásicos es la nostalgia hacia delante, que es la melancolía. Un amor que se ha perdido, que pronto se va a acabar el tiempo…”[1]  Así que, en la literatura, sólo funciona la melancolía. Y puede que también en la propia vida, que no difiere tanto de la literatura (literatura y vida son casi la misma cosa). Al fin y al cabo, “¿se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia?” se pregunta Bolaño.

Cualquier expatriado entenderá perfectamente a Bolaño. ¿No sentimos nosotros, jóvenes españoles fuera de España, el mismo tipo de añoranza a medias? Y todavía podemos volver a casa por navidad sin arriesgar la vida. Somos afortunados; la generación más preparada y becada de la historia, y sin embargo, expuesta a los efectos que una desbandada general puede dibujar en el mapa intelectual de un país. A esta generación el exilio no le basta. Los programas de Master, las becas de movilidad, los visados de estudiante, las prácticas internacionales y las inquietudes viajeras llaman la atención de sus miembros desde numerosos destinos. La apuesta es por el futuro laboral y la autonomía. En ese camino por la identidad autónoma, tal vez, la voluntad de construcción conjunta se difumina. Si bien la dispersión no es óbice para la generación de corrientes literarias, la dispersión mental puede actuar en contra. La generación esparcida ya es única. Ya tiene sus peculiaridades socioeconómicas vinculantes. Queda por saber -la historia lo dirá-, si le quedan tiempo, ganas, voluntad o energía para hacer algo con ellas.

Así que toda corriente viene marcada por atributos comunes que traspasan fronteras y, a veces, proceden del mismo detonante. En la generación del 27 fue el homenaje de Góngora y en la del 36, la Guerra Civil, los que prendieron la mecha.  Roberto Bolaño no puede librarse, como escritor, del dato decisivo en su biografía de haber salido de Chile. Muchos de sus personajes hicieron, luego, lo mismo. Viajes, carreteras y soledades son temas frecuentes en Bolaño. Individualmente, cada  “exiliado” se relacionará a su manera personal y literaria con su propio exilio, pero el exilio pone su marca. Marca histórica. Marca en la memoria y marca literaria.

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