domingo, 7 de septiembre de 2014

Ganadores I Concurso 'Tertulianos' de La Habitación Propia

Juan Manuel Alcedo Alcedo (Octubre de 1963, Puerto Real, Cádiz)

Empezó a publicar en la revista poética “Azahar”, de Conil de la Frontera,  y luego llegó a formar parte del jurado de un par de certámenes poéticos organizados por la misma. Fue miembro fundador de la Asociación cultural “El Fuego de la Utopía”. Es también miembro fundador, y colaborador en la actualidad, de la Asociación cultural “La Media Luneta” en Cádiz, que cuenta con un club de lectura y un taller de escritura, y que ya ha publicado tres libros corales, la mayoría de escritores noveles. Pronto verá la luz el cuarto. Además, "La Media Luneta" organiza presentaciones de libros que mezclan música y letras.

Ha colaborado en los siguientes poemarios: "Malas compañías (en busca de lector)",  "El hechizo de la palabra" y "Palabras a tiempo".

Según Juan Manuel Alcedo, ganador del I Concurso 'Tertulianos' de LHP: "Lo mejor de todo esto: reencontrarse con 'los amigos de kilómetros de carretera' y compartir letras y risas."

Sobre su poema ganador, "Elixir", José Cereijo, miembro del jurado, ha dicho:

El "vino del tiempo" aludido en el primer verso se invoca aquí con eficacia para señalar el viaje -un viaje ante todo interior- que nos propone el contraste entre la perduración de la estatua (y, podemos suponerlo, del arte en general), y la condición fugaz de su creador. Y, al hacerlo, indica o sugiere (sin necesidad de hacerlo explícito) que ambas posibilidades, la fugacidad y la permanencia, conviven también en nosotros, con lo que el arte aquí tratado resulta una metáfora de ciertas condiciones esenciales de la vida.
Irene Alcedo Rodríguez es finalista del I Concurso 'Tertulianos' de LHP. Su poema "Donde habita la libertad", fue votado varias veces por los miembros del jurado. José Cereijo opina así:

El verso "la libertad tiene nombre de vértigo" me parece convenir muy bien a lo que el poema ofrece: una visión imaginativa y libre, efectivamente, pero también vertiginosa, de la vida, de aquello que la limita u oprime, y de las posibilidades de combatir esa opresión y superar dichos límites, ya sea a través de la creación, ya de una visión de la vida menos convencional y rutinaria.

Irene explica de una forma muy creativa y en primera persona su corta y prometedora biografía:


Me dio por aparecer a finales de un frío noviembre, o eso creo, no lo recuerdo muy bien. He crecido en Puerto Real, amparada por la poesía de mi padre, quién me enseñó y me enseña a escribir; y por el calor incomparable de los abrazos de mi madre, ése que se te clava en la piel sin formar cicatrices. A los cuatro años, le dio por aparecer a mi pequeña compañera de aventuras, que ahora se va a buscar las suyas propias sin perder el sur.

Aunque Cádiz es mi tierra, Granada es mi ciudad. He seguido creciendo aquí los últimos cinco años, donde la poesía cobra un papel especial. Estando lejos en Cádiz se forjó El Fuego de la Utopía, asociación cultural que me dio cobijo y se atrevió a incluirme en un primer poemario de jóvenes autores, “La Quinta de la Esencia”. Impresionante los caminos con los que me crucé y se convirtieron en paralelos. Entre otros, me llevaron a participar en el disco “Verdades Escondidas” de la cantautora Lucía Sócam, con el poema “Trece”. Años después en Puerto Real nació la Asociación Cultural La Media Luneta, donde tengo el orgullo de participar y estar rodeada de tan admirables amigos. En este caso, cometieron la locura de contar conmigo para dos publicaciones: “Alborada” y “Luces de Fragua”. Quizás no fui un error tan caótico al fin y al cabo. Además, he participado en dos poemarios solidarios: el primero coordinado por el cantautor Alfonso Baro, “El Hechizo de la Palabra”, y el segundo coordinado por el amigo y poeta Rafael Arauz, “Palabras a tiempo”.


Todo eso en mi tiempo libre. Normalmente suelo ser traductora de inglés. 



Ángel Montero Lamas nació  en Madrid en 1989 con una gran curiosidad. Esta curiosidad se extendía a cualquier ámbito que pudiera abarcar con su imaginación.  Desde pequeño mostró gran interés por descubrir como funcionaba tanto el mundo real como los mundos fantásticos. Creció volcando este interés en la lectura de divulgación científica, y leyendas de las mitologías antiguas. Su lectura de la saga de ciencia ficción Fundación de Isaac Asimov llamó su curiosidad hacia el género de la ficción científica, que aunaba dos de sus intereses, la divulgación científica y los mundos ficticios consistentes y con reglas internas. Es en esta época cuando el autor empieza a crear un escenario ficticio propio donde ubicar sus futuros relatos. 

En 2011, coincidiendo con su ingreso en la facultad de biología, inicia contactos con el administrador del Blog El bestiario del Hypogripho Dorado: http://tuscriaturas.blogia.com/ del que sigue siendo colaborador habitual.

Sobre su relato "El anhelo del reloj", finalista del concurso 'Tertulianos' de LHP, José Cereijo, miembro del jurado, considera que se trata de " una imaginativa fantasía sobre el sentimiento del tiempo, es decir, sobre el modo en que el conocimiento y la experiencia pueden modificar, para bien y/o para mal, nuestra percepción de la realidad. Ingeniosa y sugerente."

lunes, 1 de septiembre de 2014

Fallo I Concurso Tertulianos de La Habitación Propia


Ganador: "Elixir", de Juan Manuel Alcedo Alcedo

Finalistas:

·        "Donde habita la libertad", de Irene Alcedo Rodríguez

·        "El anhelo del reloj", de Ángel Montero Lamas


Elixir

Hoy he bebido el vino del tiempo.
He visto las uñas gastadas de los dioses
en su pedestal de dioses,
y no me han dicho nada.
Evoco la mano gastada,
digna a golpes,
de quien arrancó de la piedra
la forma magistral,
aquella que desafió al tiempo
sin vanagloriarse de la sangre,
esa que convirtió a los hombres en dioses,
esa que vistió de mentiras la historia,
la que nos une en el tiempo
y
nos advierte
de que nosotros,
sí, nosotros,
esculpimos la historia.

Juan Manuel Alcedo



Donde habita la libertad

La alegría habita encerrada en la cámara de la libertad
atrapada en los vaivenes
que deja detrás el tren del tiempo,
donde he perdido las manillas
de un reloj que nunca tuve.
La velocidad
suma
peripecias,
resta
importancia,
multiplica
errores,
divide…
nos divide.
Fuera, queda otra muchedumbre
devorada por el vértigo de los pasos
pasados y pisados.
En el mar,
en la orilla de sus versos,
recita la caracola al poeta.
La inmensidad del mar le queda lejos,
pero ella se lo hace poesía.
El poeta lo acepta, lo anhela, lo hace suyo
y le pone tinta.
(Quizás de calamar.)
A mí me contaron las olas
que la alegría habita encerrada
en la cámara de la libertad.
Cámara que se encuentra en la primavera eterna
en los ojos de lirios,
en la piel de azucena,
en la mente de rosa.
Pero se me cansan las palabras
de escarbar en la arena
para buscar el teatro que habita debajo;
la máscara oprime, asfixia
bajo la presión del aire libre.
La alegría habita encerrada en la cámara de la libertad
que también está enterrada
en las profundidades,
bajo
la
arena.
A las cinco de la tarde,
la luna quema dominando el vuelo de los pájaros.
Los sonetos se vuelven oscuros
porque lloran la pena negra
que lleva vestido de invierno,
que busca su realidad verdadera,
que no encuentra la cámara
de la libertad.
A las cinco de la tarde
se lo contó al viento un poeta.
La libertad tiene nombre de vértigo:
el miedo a desatarse
puede con las cuatro paredes
que nos autoconstruimos.
Para no ser libres.

Irene Alcedo



El anhelo del reloj

El reloj sentía anhelo del tiempo pasado. Ahora que ya todo había acabado, lo único que quedaba era el recuerdo. El reloj anhelaba cuando sus manecillas aún giraban, cuando el tic del segundero marcaba firme el reinado del tiempo sobre las demás cosas, cuando los días aún se sucedían uno tras otro. Pero ya no quedaba nada de eso..


El tiempo había sucumbido a sus pobladores. Desde que éstos encontraran la Singularidad, el tiempo nunca había vuelto a ser lo mismo. Lo más parecido a la sucesión de dos instantes que quedaba en este mundo inmóvil era una proeza de la física, una complicada operación que transportaba automáticamente algo de un sitio a otro. El único problema era que no quedaba nadie para realizarla, todos los demás relojes, los metrónomos, los cronómetros, los ábacos, en fin, todos los instrumentos de medida y, aún más, cada objeto dotado de materia yacía congelado en el tiempo debido a la singularidad. A lo mejor no había sido buena idea adentrarse tanto en los misterios del tiempo, o a lo mejor sí. Desde el mismo instante en el que los relojes descubrieron el secreto del tiempo mirando dentro de la Singularidad, éste se detuvo. Ahora, solo les quedaba el descubrimiento en sus cabezas. ¿había merecido la pena pagar tan alto precio para conocer el origen de la realidad? El reloj estaba convencido de que sí. Después de todo, la realidad seguía existiendo. Y así, cuales insectos conservados en ámbar, podían esperar eternamente a que el tiempo volviera a surgir. Este pensamiento aliviaba al reloj. Pero por otra parte, no podía evitar anhelar que sucedieran cosas. 

Ángel Montero